martes, 6 de noviembre de 2012

El Avemaría



L
ejos, muy lejos, en una región llamada Palestina, había una Aldeita: Nazareth. Sus casitas eran bajas y pequeñas porque sus habitantes eran muy pobres: Campesinos, artesanos… En la placita había una única fuente donde la gente acudía para proveerse de agua…



Entremos en el patio de una de esas casas. Es una de las más pobres… pero todo es orden y limpieza, paz y serenidad. En dicha casita vive la Virgen. Es la criatura más bella, más buena. Más santa que haya existido jamás sobre la tierra. María trabaja y reza todo el día. Es tan buena que Dios la ha elegido para que sea la Madre de Jesús. Pero Ella no lo sabe todavía.

Y he aquí que un día un ángel resplandeciente de luz, más que el sol, entra en la habitación donde se encuentra la Virgen y saluda con estas palabras: Ave Maria.

La Virgen tiene miedo, no conoce a aquel ángel, no sabe como ha podido entrar allí. Pero el ángel le sonríe. El que conoce a la Virgen y que sabe lo mucho que Dios le ama continúa saludándola con estas palabras: Llena de gracia, esto es, toda pura e inmaculada.

Quería decir que en el corazón de la Virgen no había ningún pecado, ni pequeño, ni grande. Cuando en nuestro corazón no hay pecado alguno entonces nuestro pecho se convierte en la morada de Jesús. Por eso el ángel continúa diciéndole: El señor es contigo.

El ángel le había comunicado también a la Virgen que su prima Isabel, la cual vivía muy lejos, tendría un niño. La Virgen, pensando en las preocupaciones de su prima, parte inmediatamente, sin que nadie se lo pida para ofrecerle sus servicios.



Cuando  las dos santas primas se encontraron se abrazaron y se besaron. Santa Isabel iluminada por Dios. Supo que la Virgen llegaría a ser la Madre de Jesús. Entonces, llena de alegría y de respeto. Le dice: Bendita tú eres entre todas las mujeres.







¿Por qué Bendita? Porque en la noche de Navidad. En Belén, en una pobre gruta abandonada, nacería  el Niño Jesús, Redentor del mundo: Y bendito el fruto de tu vientre Jesús.

El niño Jesús crecía, se hacía mayor y progresaba también en sabiduría. La Virgen lo atendía en todas sus necesidades prodigándole los cuidados de una madre solícita, la más santa de las madres: Santa María, Madre de Dios.

La Virgen es también la Madre de Nuestra alma. Nos quiere tanto que desea que no cometamos pecados, para que le hagamos un día compañía en el Paraíso. Es tan buena que si hemos hecho mal nos ayuda a obtener el perdón de Dios: Ruega por nosotros, pecadores.

La Virgen nos ayudará a que seamos siempre buenos. A veces es tan difícil serlo. Pero la virgen es poderosa, lo puede obtener todo de Jesús. También nos concederá que seamos buenos ahora a no ser caprichosos, a no pelear con nuestros hermanos, a estudiar las lecciones. Pero sobre todo nos ayudará: En la hora de nuestra muerte


Roguemos a la Virgen, recémosle de corazón. Ella es más buena que todas las madres. Si rezamos con fervor, la misma Santísima Virgen terminará nuestra plegaria con un hermoso: Amén



La Virgen es la Madre de nuestra alma. Ella nos ama tanto…  Es tan buena… Puede obtenernos de Jesús todo cuanto quiere.
Sobre todo que nos obtenga el que conservemos nuestra alma limpia de todo pecado. Entonces nuestro corazón será la casa de Dios: Lleno de gracia.

Fin
























El Avemaría

Autora: Sor Ángel Lozada








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