martes, 6 de mayo de 2014

El Pecado de Adán

El Pecado de Adán
Dios puso a Adán y Eva en el paraíso terrenal. Todos los días Dios bajaba a hablar con ellos, porque eran muy buenos amigos. Y ellos vivían contentos y felices. Tenían todos los frutos que querían, pero no podían comer del fruto de una planta determinada. Dios se lo había prohibido. Pero un día el demonio tomó la forma de una serpiente y habló a adán y a Eva. Y les dijo que comiesen del fruto prohibido por Dios. Y ellos comieron de él. Adán y Eva hicieron mal. Cometieron un grave pecado. Hacer  el mal es pecado. Aquel  pecado de Adán y Eva se llama pecado original. Adán y Eva escucharon al demonio y desobedecieron a Dios. Y desde aquel día, Dios  no fue más amigo de Adán y Eva.


El castigo de Adán y Eva
Dios lo ve todo. Y vio inmediatamente el pecado original y lo castigó. Dios echó a Adán y Eva del paraíso terrenal y puso un ángel con una espada de fuego a la entrada del mismo para que cerrase el paso a nuestros primeros padres si intentaban penetrar nuevamente en él. Después, Dios les cerró también las puertas del cielo: y así Adán y Eva no podrían ir a verle en su gloria.
Nuestros primeros padres fueron arrojados del paraíso. Y así todos nosotros, hijos de Adán y de Eva, hemos nacido lejos y apartados del paraíso, todos con el alma manchada por el pecado original: y todo por culpa de aquel primer pecado.



 Dios envía a su hijo Jesús
Por culpa de Adán y Eva todos los hombres del mundo no habrían podido ir al cielo a ver a Dios: tampoco nosotros. Pero Dios estaba muy triste por esto y quería que todos llegasen a ser felices con El en la otra vida. Y entonces mandó a su hijo.
El Hijo de Dios es Jesucristo. El hijo de Dios se hizo niño y hombre como nosotros. Jesús es también verdadero Dios. Jesús es verdadero hombre, como nosotros. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre: y los ángeles le adoran.



Dios envía un mensajero a María

Dios envió a la tierra un ángel, para que comunicase a la Virgen que sería Madre de Dios. Y el ángel le dijo: Ave María, llena eres de gracia. El señor es contigo. Tú serás la madre de Jesús, el Salvador. Estas cosas tan hermosas las decimos a la Virgen cuando rezamos el Ave María.


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